Odio todo, el tener qué levantarme cada mañana y tener que hacer todo esfuerzo posible para alzar mi cabeza.

Odio tener que ver que es de día y que mi noche a acabado junto con mi descanso que parecía eterno.

Odio las pequeñas hojas que se cuelan sin previo aviso en mi té.

Odio que el taxi continúe sin mi como si no existiera.

Odio tener que correr a cada lugar al que voy por mi impuntualidad.

Odio la arena que en mi piel siento al chocar la brisa.

Pero amo la playa ¿Cómo puedo amar algo cuando la arena esta presente? ¿Cómo es que amo tanto la playa que cuando levanto la mirada la arena solo la siento entre los dedos de mis pies? ¿Cómo algo tan hermoso opaca todo lo “malo”?

Veo el atardecer junto al sonido de las olas y justo ahí me doy cuenta que debe existir la arena para que la playa, lugar que tanto amo, sea como debe ser. Sea lo que tanto anhelo, el camino que recorro y aprecio cada día, la arena debe tocar mis pies para poder apreciar la vida.

Ese té agradable debe ser imperfecto para recordarme que estoy vivo y que hasta para servirme un té cometeré errores.

Que en la vida llegaremos a los lugares que debemos llegar, a su debido tiempo, tan exacto y calculado.

Nada esta planeado pero todo esta conectado. El sentirse vivo emerge de los pequeños detalles, insignificantes y mundanos detalles.

Como amo el despertarme y darme cuenta que estoy vivo.

Como amo que los primeros rayos de sol me cubran el rostro y dilaten mis Pupilas.

Como amo mi té por la mañana y que su sabor sea el siguiente sentido que me recuerde mi humanidad.

Como amo la naturalidad de lo cotidiano y los percances que me llevan a lugares que nunca imagine.

Y…

Amo sentir la arena entre mis dedos.

Santiago Garcés Butrón